He vuelto a mi viejo blog, el cual actualizaré con ciertos escritos míos que espero recuperar desde distintas fuentes de Internet antes que actualizaciones y borrados de páginas y grupos en los cuales fueron escritos sean borrados. Sin embargo, y puesto que mis circunstancias personales sorprenderán a más de alguno, creo esta entrada para explicar mi posición actual en contraposición a mi comportamiento anterior. Esto es, hoy soy Testigo de Jehová.
Dice el dicho que "rectificar es de sabios" y, siendo como he sido, contrario al concepto de pertenencia a religiones, deseo explicar por qué he decidido volver a pertenecer a los Testigos. Obviamente, no deseo entrar en debates doctrinales, sino quiero centrarme en el por qué estoy convencido actualmente que es necesario pertenecer a una comunidad de cristianos cuyo objetivo principal, y por lo que seguramente nos (y digo "nos" para acentuar el hecho de que también yo participo en esta obra) conoceréis es por el hecho de tocar vuestras puertas para hablar sobre Dios y Cristo.
Circulaba hasta hace poco por ahí, y quizás quede alguna copia fuera de mi control, de un ensayo que pretendía defender a los Testigos de Jehová frente a algunas acusaciones comunes en contra de ellos, escrito por mi. Lo encontré publicado en un conocido blog que defiende a los Testigos, pero del cual solicité su retirada, al igual que en otro foro de debate sobre el tema. Hoy trabajo en una actualización, y será de este pequeño libro mío del cual citaré mis motivos para ser Testigo de Jehová.
Espero que a quien le interese, no le importe pasar un rato de lectura, es un fragmento del capítulo uno titulado "Organizados ¿Por qué?":
Como es natural, cuando
consideramos la defensa de cierto principio o práctica, de un grupo nacional o
partido político, o como nos ocupa a nosotros, de un grupo religioso, lo
primero y más importante es considerar por qué dicha asociación es positiva y
necesaria.
De
esta manera, cuando ciertas ideas políticas o incluso ideas de carácter
religioso se fundamentan en el carisma personal de un individuo concreto, es muy
probable que una vez desaparecido el individuo el movimiento creado desaparezca
con él, al congregar a sus seguidores, no en torno a una idea o creencia, sino
en torno al individuo en sí. De esta manera, muchos movimientos políticos
(sobre todo aquellos de carácter dictatorial) no han sabido reformarse o
sobrevivir a su fundador o, si lo han conseguido y deciden apegarse a sus ideas
iniciales, suelen terminar siendo movimientos marginales. El ejemplo más claro
de esta afirmación pueden darla los movimientos creados en torno a los grandes
dictadores del siglo XX (Franquistas, nazis, estalinistas, pinochetistas,
etc.).
En
el caso de los movimientos religiosos creados en torno a ciertas personas
influyentes, muchas de sus ideas mueren cuando el líder muere. En el mejor de
los casos, el movimiento reduce los miembros hasta un número testimonial que,
para el común de la gente, termina siendo visto con cierta simpatía o incluso
con cierta burla. En el peor de los casos, como David Koresh y los
“davidianos”, pueden acabar en una matanza indiscriminada de sus miembros.
Sin
embargo, también existen movimientos que en su origen fueron creados en torno a
una personalidad carismática, pero que cuando dicha personalidad desapareció,
supieron reinventarse para surgir como un gran grupo organizado y potente. Un
ejemplo claro de este punto nos lo da el Partido Peronista de Argentina (Hoy
Partido Justicialista), que como su propio nombre indica, fue creado en torno a
la figura carismática del General Juan Domingo Perón, y que hoy representa
(salvando los lógicos cismas en torno a algunas personalidades como Menem o
Duhalde) uno de los partidos políticos más importantes de Argentina.
Y,
como nos interesa a nosotros, está el caso de los Testigos de Jehová, que en un
principio se agruparon en torno a la personalidad carismática de Charles Taze
Russell, llegando a recibir el apelativo de “russelistas” incluso hasta el día
de hoy. Si bien es cierto que Russell no fue el que originó la creencia, aceptó
de manera tácita el que sus correligionarios lo designasen como el “siervo fiel
y prudente”, o lo que hoy conoceríamos como el “esclavo fiel y discreto”. En
otras palabras, los primeros “Estudiantes de la Biblia” se agruparon en torno a
la Sociedad Watchtower, que a todos los efectos era agruparse en torno a su
presidente y principal escritor.
Sin
embargo, Charles Russell murió en 1916 dejando huérfana a su Sociedad y, de
cierta manera, perdidos al resto de estudiantes de la Biblia. Tocaba el tiempo
de decidir si el movimiento era de carácter personalista o si sabrían
reinventarse para sobrevivir a su fundador ¿Qué sucedió? Durante la presidencia
de Joseph F. Rutherford, la sociedad Watchtower y los “Estudiantes de la
Biblia” dejaron de ser un puñado de “Russelistas”, y se convirtieron en lo que
hoy conocemos como “Testigos de Jehová”.
Así
pues, debemos contestarnos a diversas preguntas ¿Tiene sentido la existencia de
una Organización mediante la cual podemos acercarnos más fácilmente a Dios? Y,
sobre todo, ¿Son los Testigos de Jehová y sus agencias dicha Organización?
¿QUÉ SENTIDO TIENE ORGANIZARSE?
Una
de las alegaciones más utilizadas por aquellos que dejan a los TJ es que
cualquiera puede y debe acercarse por sus propios medios a la Biblia y no
necesitamos a ningún grupo organizado que nos ayude a entender el mensaje de
Dios. Y si bien seguramente ese sería el estado ideal, el que toda persona sea
capaz de entender las verdades bíblicas de forma individual y de esa manera
llegar a ser un gran cristiano, lo cierto es que quien diga eso solamente desea
regalar los oídos de quien le escuche.
Esta
será, seguramente, una de las afirmaciones más criticadas por aquellos quienes
deseen desacreditar este ensayo, y lo sé porque será muy fácil alimentar el ego
de las personas diciéndoles que ellos solos serán capaces de llegar a la
iluminación bíblica mediante la lectura simple de las Escrituras. Además, es
muy probable que usted lo crea así, pues es bien sabido que al fin y al cabo la
salvación es personal, así que ¿Por qué no va a ser también el aprendizaje algo
personal?
Como
se apunta anteriormente, una cosa es decir algo y otra es hacerla, o probarla,
para ser más exactos. Siendo sinceros con nosotros mismos, independientemente
del grado de conocimiento bíblico con el que contamos actualmente, ¿no es
cierto que alguien nos tuvo que enseñar las verdades bíblicas fundamentales? ¿O
no es cierto también que tuvimos que aprender de alguien cómo buscar
determinados textos bíblicos, considerar su contexto y sacar el máximo partido
a nuestro estudio personal? Además, en estos tiempos en los cuales muchas
personas de las consideradas máximas autoridades científicas e intelectuales
consideran que la Biblia no es más que un libro de mitos y leyendas ¿quién o
quienes nos hicieron ver que esto no es así? Y todavía más cosas, pues mucha
gente cree que la Biblia contiene historias que no están ahí, aunque la cultura
popular lo crea, por esto ¿de dónde aprendimos que en la Biblia jamás se
menciona que María Magdalena fuera una prostituta? ¿O que la fuerza de Sansón
no estaba “en su pelo”, sino más bien en su voto como nazareo?
Obviamente,
como dice el dicho popular, “la unión hace la fuerza”, por eso, sería
considerablemente muy difícil que grupos o individuos dispersos llegaran por su
cuenta a razonar un mensaje verdadero. Esta imposibilidad es fácilmente
comprobable en el hecho de que cada grupo separado de otro llega a tener una
doctrina diferente, y prueba de esto es la infinidad de religiones, grupos y
sectas, e incluso dentro de una misma religión, diferentes corrientes que
difieren unas de otras.
Es
muy probable que alguien no se sienta identificado con las afirmaciones
anteriores, pues crea que con fe y oración Dios promete bendecirlo en sus
sinceros esfuerzos por conseguir un conocimiento exacto y verdadero, y siendo
buena persona, amante de Dios y del prójimo, tendrá su bendición. Pero, si Dios
nos bendice, es normal que utilice los medios que estén a disposición de ser
utilizados. Quizás sea bueno analizar un mandamiento clave que requiere, por fuerza,
un grado cabal de organización:
“Id, pues, y haced discípulos a todas las
gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y
enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con
vosotros todos los días hasta el fin del mundo.” (Mateo 28: 19-20 Biblia de
Jerusalén)(1)
No
es algo descabellado o difícil de entender que detrás de una obra que Jesús
requería que fuera mundial debía existir una hermandad que dirigiera dicha obra
mundial. Es decir, se requiere que un cristiano predique el Reino y haga
discípulos. Además, dichos discípulos deben adorar a Dios con “espíritu y en verdad” (Juan 4: 23), es decir, no
basta adorar a Dios con espíritu, o de una forma sincera. Cierto es que un
requisito indispensable es que nuestro
servicio sea sincero, pero además debe ajustarse lo máximo posible a “la
verdad”. Jesús aclaró este punto al explicarle a la mujer samaritana de la que
habla el capítulo 4 del evangelio de Juan, en el versículo 22, justo antes de decir
las palabras citadas antes:
“Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros
adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos”. (Juan 4: 22
RV60)
O lo que viene significando lo
mismo, que existiría una manera de “saber” o “conocer” a Dios, que esta vendría
de los judíos (mediante Jesús), y que debía ajustarse al “espíritu y la
verdad”, es decir, que su predicación mundial no iba a limitarse a la entrega
de ejemplares de la Biblia y que cada uno buscase allí a ciegas la iluminación,
sino que un grupo organizado de cristianos verdaderos debía ser quien llevase
el mensaje a las personas.
En
otras palabras, en aquel momento aún la religión judía era la “religión
verdadera” y la samaritana debía aceptar que la salvación venía por la que aún
era la “verdadera iglesia” o “verdadera fe” del momento en el que hablaba Jesús.
Y esa fue la razón de que Jesús viniera primero, no a traer un mensaje a
gentiles o samaritanos, sino más bien a traer el mensaje a lo que en aquel
tiempo era la “Organización de Dios”, la casa de Israel. De hecho, las primeras
campañas de predicación organizadas por Jesús mismo dejaban claro este punto:
“No vayáis por los caminos de los gentiles,
ni entréis en las ciudades de los samaritanos. Pero id, más bien, a las ovejas
perdidas de la casa de Israel.” (Mateo 10: 5, 6 Biblia Español Moderno)
De hecho, cuando una mujer
cananea se acercó a Jesús para rogarle curara a su hija de una posesión
demoníaca, Jesús objetó:
“Yo no he sido enviado sino a las ovejas
perdidas de la casa de Israel.” (Mateo 15: 24 Biblia Español Moderno)
Con lo cual quedaba claro que
Dios tenía una organización en aquel momento centralizada en Jerusalén y su
Templo, debiendo primero rescatarse a las ovejas perdidas dentro de dicha
organización nacional.
Una
vez que Jesús murió y fue resucitado, durante Pentecostés, el espíritu santo
fue derramado sobre los discípulos de Jesús, entre ellos los apóstoles,
mostrando que ahora regía un nuevo pacto (De ahí el nombre coloquial de “Nuevo
Testamento” que reciben las Escrituras Griegas Cristianas) que rechazaba a la
nación de Israel como “Pueblo de Dios” y reconocía al cristianismo como el
nuevo camino hacia la salvación, de hecho, el primer nombre recibido por la
nueva religión fue precisamente ese, “el camino” (Hechos 9: 2)
Un
hecho común que suele darse en la época anterior a la aparición de Israel como
pueblo de Dios, esto es, las épocas anteriores a Moisés y el éxodo, y que
resulta bastante alegado por aquellos que son contrarios al concepto de
“Organización”, es que hubo hombres como Enoc, Noé, Abraham, Lot, Isaac, Jacob,
José y Job que fueron fieles a Dios sin pertenecer a “su pueblo”, el cual no
existía en aquel momento. Sin embargo, también es cierto que, con la excepción
de Job, ellos fueron el germen de lo que llegaría a ser el “Pueblo de Dios”, a
saber, los israelitas.
Pero
existe quizás, un hecho que está ahí con respecto a todos esos grandes hombres
de la antigüedad que resalta la necesidad de compañerismo de otros adoradores
de Dios de la que ellos no pudieron disfrutar. Tanto Enoc como Noé fueron
predicadores de Justicia, sí, sin embargo, de ninguno de ellos se nos informa
que su predicación fuese coronada por el éxito. A Enoc Dios “lo llevo consigo”
(Génesis 5: 24 Biblia Español Moderno) en vista de la maldad de sus
contemporáneos, y Noé sólo pudo salvar a su propia familia (Esposa, hijos y
nueras) de la destrucción que ocasionó el Diluvio.
Job,
por su parte, al no existir una “organización” que le arropase, tuvo que
soportar las pruebas en soledad, e incluso debiendo escuchar a tres supuestos
“amigos” cuestionarle en cuanto a su honradez y piedad.
Quizás
pueda alguien decir que los ejemplos citados aun así fueron fieles a Dios y
ganaron su “carrera de la fe”. Pero lo cierto es que lo hicieron a costa de grandes
sacrificios, que sirvieron para establecer la necesidad de que el adorador de
Dios tuviese compañeros piadosos con los cuales poder tener un compañerismo. Es
decir, entre todas las lecciones que podemos sacar de las vidas de estos
hombres justos, una de las más importantes es de la necesidad del ser humano de
contar con el respaldo de otros adoradores fieles.
Por
esta razón, Dios prometió a Abraham, Isaac y Jacob que sus descendientes no
estarían solos como ellos, sino más bien ellos serían una gran nación de
adoradores del Dios verdadero. Mediante Moisés, el pueblo de Israel se
organizó, pudiendo salir de Egipto y conquistar las ciudades cananeas, lo cual
fue otra demostración de lo importante que es contar con una Organización, pues
Israel, bajo el liderazgo de Moisés y posteriormente Josué, derrotó a los
cananeos, desorganizados en innumerables “ciudades estados”, cada una con su
propio rey y que no contaban con un liderazgo claro como con el que contaba Israel
bajo el mando de Josué. De hecho, la muerte de Josué no dejó un líder fuerte y
único, lo que provocó que Israel se desorganizase en gobiernos locales y
tribales, siendo presa fácil de sus enemigos. No fue hasta que el país se
volvió a unir bajo un único liderazgo y organización, bajo los reyes, que por
fin pudo considerarse un único “pueblo de Dios”.
Como
es natural, ninguna forma de organización formada por seres humanos puede estar
libre de errores debido a la imperfección de sus miembros, y así, Israel cayó
vez tras vez en prácticas que iban desde la desobediencia hasta la idolatría o
ir tras de dioses paganos como Baal. Esto sucedía aun cuando los reyes del
antiguo Israel eran “ungidos de Jehová”, como nos muestra 1 Samuel 24: 6 (7 en
la Biblia de Jerusalén y otras), en la que David llama “ungido de Jehová” a
Saúl, quien ya había mostrado un derrotero de maldad en ese momento.
Sin
embargo, la necesidad de contar con una forma organizada de adoración no cesó
con el rechazo al antiguo Israel como pueblo de Dios y su relevo por el
cristianismo, de esta manera, Jesús preparó a sus apóstoles y a otros
discípulos allegados para tomar la delantera en el nuevo “Pueblo de Dios”, el
libro de Hechos de Apóstoles y las cartas de Pablo nos muestran claramente que
los cristianos primitivos se organizaron rápidamente desde que se derramó el
espíritu santo en Pentecostés. Esto era necesario, pues debía proclamarse el
mensaje del Reino y dicha proclamación difícilmente, como se apunta antes,
podría haberse dado sin contar con una organización eficiente, que detectase
cuando alguien se desviaba del buen camino. Así pues, el grupo de Apóstoles pudo
detectar cuando comenzaron a esparcirse doctrinas falsas como las referidas a
la circuncisión (Hechos 15), y el resto de cristianos pudieron corregir a
quienes predicaban al Cristo sin ser parte de la organización regida desde
Jerusalén, como lo muestra el caso de Apolo (Hechos 18: 25, 26).
LA ORGANIZACIÓN DE DIOS HOY
“Donde no hay buen gobierno, el pueblo se
hunde; abundancia de consejeros trae salvación.” (Proverbios 11: 14 Biblia de
Jerusalén)
Cualquier
intento desorganizado de conseguir un fin, trae consigo el “hundimiento” de
aquellos que intentan conseguir dicho fin, por lo tanto, la consideración de la
Biblia de manera aislada será una tarea ardua y poco gratificante.
Uno
de los ejemplos más claros en cuanto a los beneficios de la cooperación nos lo
da la ciencia. Cuando científicos de diferentes naciones enfrentadas compiten
por llegar a un descubrimiento, o bien cuando intereses comerciales impiden a
un grupo compartir el conocimiento adquirido, el progreso se ralentiza. Sin
embargo, cuando dicho conocimiento es compartido, cada grupo se beneficia del
trabajo de los otros. Sin embargo, cada grupo de científicos tiene distintos
niveles de credibilidad que su reputación y reconocimiento le habrá dado, lo
cual hace que sus conclusiones sean más propensas a ser seguidas por otro grupo
cuyo trabajo tenga relación. De hecho, en todo aspecto de la sociabilidad
existen jerarquías que facilitan la organización. Desde el más ínfimo de los
trabajos, hasta el gobierno más complejo, debe ser organizado y poseer un
órgano directivo que tome las decisiones y que asuma las consecuencias.
De
esta manera, es una conclusión natural que los grupos formados de una manera un
tanto descontrolada durante los tiempos de C.T. Russell comenzaran a formar una
organización. En esto no podemos sino concluir que es una evolución lógica de
cualquier grupo humano que va recibiendo más y más miembros. Quizás convenga
recordar que los primeros “Estudiantes de la Biblia” hacían precisamente eso,
estudiar la Biblia, consiguiendo saber qué era lo que debían hacer, a saber,
adquirir un conocimiento amplio sobre las verdades fundamentales de la Palabra
de Dios y, sobre todo, compartir ese conocimiento con otras personas. Se sabe
que Russell, en principio, no consideraba, y mas bien era reacio, que debiera
fundarse una “organización terrestre” de cristianos (2). Obviamente, al crecer la cantidad de lectores de
“La Atalaya”, pronto se vio que éstos deseaban estar en contacto con otras
personas que compartieran sus creencias, además, como en cualquier grupo
humano, no todos tendrían el mismo grado de madurez espiritual, siendo
necesaria la aparición de superintendentes y otros siervos que ayudaran a otros
a alcanzar la madurez espiritual.
Pero
cuando C.T. Russell y el resto de “Estudiantes de la Biblia” comprendieron que
el cristiano debía predicar, la necesidad de una Organización que preparara y
respaldara a dichos predicadores se hizo patente.
En
definitiva, Cristo envió a sus discípulos
a predicar, y para serle acepto a Dios y Cristo, el cristiano debe predicar la
palabra, para hacerlo, debe ser organizado y parte de una hermandad de
cristianos unidos por la misma doctrina y mismo espíritu. En otras
palabras, no puede el hombre llegar a llamarse cristiano sin proclamar el
mensaje de Cristo. De hecho, la organización de los Testigos de Jehová tiene
como base la predicación mundial de las Buenas Nuevas y el propio nombre
“Testigos (Alguien que da testimonio) de Jehová” indica dicha función
primordial.
Así
pues, es obvio y natural que el “Pueblo de Dios”, ya fuese en principio Israel
o posteriormente el Cristianismo primitivo, estaba organizado, ya sea bajo la
dirección de los sacerdotes, los primeros, o de los Apóstoles, los segundos.
Además,
queda claro que lo que marcaría a un cristiano verdadero sería la proclamación
del mensaje de Cristo, por lo cual, obviamente dichos cristianos debían estar
organizados, por lo tanto, debía existir, para que efectivamente la predicación
fuera mundial, una Organización cuya presencia fuese también mundial.
Después de esta aclaración, mencionar que seguramente alguna afirmación anterior en este blog ya no sea válida en mi concepto actual de vida, sin embargo, no los borro por puro valor sentimental. A partir de ahora, dedico este blog a publicar mis aportaciones en otros medios de internet, esperando perpetuarlos aquí, y que sean útiles a otras personas. Gracias.